Parte 6:
*Whew*, tomé una gran bocanada de aire.
Al momento siguiente, solté un
inmenso aullido, y mientras duraba la confusión, tiré las ropas viejas de Zero
sobre ella. Despertando al inconsciente vendedor, recogí la ropa interior que
habíamos escogido y los arrojé junto con Zero al fondo de la tienda. Le rugí
para que se quedase allí hasta que se lo hubiera puesto todo, a lo cual ella
respondió:
— ¡Eso duele! ¡Siempre eres
muy violento! ¡A una damisela hay que tratarla con más delicadeza!
— ¡Si eso es lo que piensas,
busca en un diccionario la palabra modestia
y reflexiona por un año lo que significa!
Albus y el vendedor permanecieron
apartados de la discusión.
— ¡Oh dios mío… oh dios mío…!
—Eso fue hermoso… ¡Ya puedo morir
en paz!
Estaba claro que esas
criaturas llamadas brujas, vivían totalmente al margen de las costumbres del
mundo. Entre ellos, Zero parecía ser alguien excepcional.
Zero llevaba los pantalones cortos,
los calcetines largos que llegaban hasta la mitad de sus piernas y el enorme
abrigo negro con una capucha. Siendo sincero, Zero no parecía una persona
normal, honesta y bondadosa, pero había dado grandes pasos hacia esa meta. Con
su rostro, sentí que el personal de cualquier posada de alto nivel que
pudiéramos visitar estaría encantado de alojarnos en sus mejores habitaciones,
pero teniendo en cuenta que harían un escándalo durante nuestra estancia,
decidí rechazar esa posibilidad, para alojarnos en los suburbios.
Yo prefería quemar las ropas
viejas de Zero, pero el vendedor insistió ruidosamente que nos daría todo lo
que quisiéramos por ellas. Hice un trato con él de para vaciar nuestra deuda a
cambio de la ropa. Simplemente era una capa que había estado llevando Zero por
años. Pero no era difícil de imaginar el valor que podría tener algo como eso,
para un viejo de mediana edad sin ningún contacto con una mujer atractiva.
Confirmando que la dueña
estaba de acuerdo en ceder su antigua vestimenta a ese imbécil, Zero declaró que
no era su problema cómo sería tratada esa vieja amiga de la que se había
despedido. Ella es muy fría, pensé, una
pequeña risa se escapó por mi garganta, aunque probablemente yo también era así
de insensible.
—Mercenario, mercenario.
Estaba caminando con Zero
sobre mi hombro, cuando noté un fuerte tirón de orejas. Ow, maldita bruja enana.
—Por allí huele genial,
tengo hambre.
Miré a donde señalaba Zero. Había
una calle lateral agrupada con varias tiendas. Una fila de carros de comida
ocupaba una sección de la calle, todos ellos entusiasmados promoviendo sus
comestibles a los transeúntes.
Algunos puestos ofrecían
frutas peladas, mientras otros tostaban trozos de carne. A mí también me estaba
entrando el hambre. Estaba a punto de preguntar si querían ir a almorzar antes
de dirigirse a una posada, pero Albus ya se había precipitado hacia uno de los
puestos de comida. Zero saltó de mi hombro y lo persiguió.
—Vosotros dos… ¡Esperad!
¡Estáis dejando atrás a uno de los vuestros!
No importaba cuanto gritase,
parecía que mis palabras no les alcanzaban. Corrí detrás de ellos, entre la
multitud. Cuando por fin les alcancé, me los encontré masticando, ambos habían
pedido lo mismo. Unas entrañas bien hechas y verduras intercaladas entre dos
pedazos de pan, un plato muy popular.
Por la expresión de
autoestima del dueño del carro, parecía que Zero había pagado más dinero del
que debería, sin saber el precio del mercado. Viendo que yo era el compañero de
Zero, el dueño del carro me dio un sándwich extra grande con un trozo de carne
dentro.
—La carne esta deliciosa,
mercenario. Deberías probarla.
— ¡Estas verduras son muy
crujientes! ¡Saben taaan bien!
Mientras miraba a los dos,
la grasa que cubría sus bocas, la cara llena de pan, pensé que ninguna
reprimenda podría corregir su grosería. Resignado le di un mordisco a la
comida.
No fue difícil encontrar un
lugar para alojarnos.
En una ciudad tan grande
como esta, no había escasez de posadas que estaban dispuestos a acomodar
huéspedes con circunstancias especiales. El anciano que dirigía el mostrador de
recepción ni siquiera me miró por ser un caído, y obtuvimos una habitación doble
y otra individual.
—Tú estarás conmigo, chaval.
— ¡¿Eeeeh-?! ¿Por qué? ¡No
quiero! ¡Quiero mi propia habitación!
—De eso nada. No estoy
seguro de que no saldrás corriendo cuando puedas. Te quedaras donde pueda
verte.
—Si compartes el dormitorio
conmigo, es posible que pierdas la cabeza mientras duermes, eres consciente de
eso ¿no?
Tranquilamente retiré un
rollo de cuerda que colgaba de mi cintura. Para bien o para mal, yo no era alguien
que se sintiese culpable por atar a un niño y tirarlo en un rincón.
— ¡Z-Zero, ayúdame!
Con una voz miserable, Albus
se volvió a esconder detrás de Zero.
—No seas cruel con el chico,
mercenario.
— ¡Entonces compartiré la
habitación con Zero! Está bien mientras no me quede solo, ¿verdad?
Todavía aferrado a la
espalda de Zero, Albus hizo esa ridícula petición. El pequeño diablo
pervertido. Si pensaba que ser un chico bonito me haría darle lo que quisiera,
entonces se llevaría una desagradable sorpresa. Lo agarré por el cuello de la
camisa y le arrastré, mientras forcejeaba, a nuestra habitación.
Aunque Albus había luchado y
protestado como pudo, una vez que lo arrojé a la cama y lo dejé allí, no tardó
mucho en quedarse dormido. Había dicho que el hedor de los animales lo
mantendría despierto, pero se entregó al sueño muy rápido. Seguro que estaba
fingiendo para poder tomarme por sorpresa, miré para ver si estaba despierto,
sólo para asegurarme. Parecía que estaba realmente dormido.
— ¿En serio? De verdad que
eres un niño.
Tenía que estar exhausto. Probablemente
no había conseguido ni un momento de descanso durante los últimos días, ya que
me había perseguido por el bosque, pasó una noche escapando del Etrauk de Zero y me atacó una vez más la
mañana siguiente. Probablemente tampoco había dormido bien en la casa abandonada
de la noche anterior, así que no fue una sorpresa que no pudiera resistirse a
una cama blanda y unas sábanas calientes.
—No es como que no entienda
el sentimiento de querer ser más fuerte…
Con una uña perfectamente
recortada, toque gentilmente la mejilla de Albus.
Mientras lo hacía, Albus
frunció el ceño y se encogió en una pelota, comportándose como un animal para
mi diversión. Comencé a sentirme un poco travieso, pero aunque era un niño,
seguía siendo un hechicero.
De todos modos, tuve que
tomar un baño y lavar toda la suciedad de mi largo viaje. Sería raro estar
demasiado limpio como un mercenario, pero no quería contraer enfermedades de la
piel por ser demasiado guarro. Los caídos también podrían estar infestados de
pulgas.
Primero, tuve que ir a
buscar al viejo en el mostrador de recepción y pedirle que me preparara un poco
de agua caliente. Ya que estaba cubierto de pelos, lavarme era una tarea más
complicada que mojar una toalla y frotarme con ella. La única manera de
deshacerse de la suciedad y las pulgas seria encontrar una piscina lo suficientemente
grande llena agua caliente y meterse dentro de ella, lavando su cuerpo entero.
Fantaseando de bañarme en el
patio antes de que el sol se ocultase para poder secarme en sus rayos, estaba a
punto de salir de la habitación, pero primero decidí atar a Albus con fuerza a
la cama y salí de la habitación, sólo después de echar un vistazo a mi obra.
— ¿Tomando un baño,
mercenario?
Estaba en el patio.
El viejo recepcionista, no
había mostrado ningún indicio de sentirse o no amenazado por mí, manchado de
sangre, barro y hierba, y cumplía perfectamente su deber.
Me dieron una bañera y tres
cubos de agua caliente. Se decidió que, como compensación, sacaría agua del
pozo para reemplazar la cantidad que usé.
—Un monstruo de pelo y jabón
¿eh? Los niños curiosos de la zona te miran a escondidas.
— ¿Ellos… ellos no me tienen
miedo?
—El miedo se obtiene a posteriori. Mostrando que no tienes
intención de intimidarles, creó que no se asustaran sin motivos.
—Bueno, los niños más
pequeños se pondrían a llorar de terror.
—Por alguna razón, dije. Si
una bestia carnívora colosal apareciera frente a una persona, la temería
instintivamente.
Entonces
me tienen miedo, ¿o no? Mientras lo meditaba frunciendo el ceño,
la mirada de Zero se dirigió a su escondite. Vi a tres niños mirándome como si
estuvieran viendo un espectáculo.
Mostrando los colmillos, les
rugí y se dispersaron mientras gritaban de miedo.
— ¿...Deseas ser temido?
—Yo no voy a ser algo que la
gente mire por diversión… En realidad, es mejor alejarse de los caídos. Somos
tratados como monstruos por toda nuestra vida. Por supuesto, hay muchos de
nosotros que se han convertido en monstruos, ¿sabes?
—Los humanos crean sus
propios monstruos, ¿no?
—Eso es cierto. Bueno, puede
que solo este en nuestra naturaleza el ser monstruos.
—Estas equivocado. La verdad
es que tu alma es muy humana.
— ¿Quién sabe?
No podía juzgar por mi
cuenta si me comportaba o no como un humano. Además de eso, ni siquiera podía mantener
relaciones normales con los humanos. Pensar en ello era inútil porque el punto
de comparación no estaba cerca en primer lugar. Cada vez que oía hablar de ser
humano y humanitario, sentía que ya no lo era.
—No pongas esa cara. Si no
eres un humano, desearía que el resto del mundo fuera igual que tú.
—Que una bruja esté deseando
algo como eso…
Ya era hora de dejar de ser tan deprimente.
Pero en mi mente, eso sólo significaba cambiar las palabras que salían de mi
boca. Volví la mirada hacia el cielo y di un pequeño suspiro, soplando algunas
burbujas en el aire. Tocando una burbuja suavemente, se levantó de un salto,
como si hubiera tenido una idea.
—Debe ser difícil para
bañarse cuando tiene un cuerpo tan grande. Te ayudaré a lavarte la espalda.
— Vaya con la señora
Generosa ¿No dijiste que odiabas sudar?
—Y así es, pararé antes de
empezar a sudar. Además, estoy seguro de que lavar una criatura tan grande será
muy divertido.
[Hermit: … A mí no me miren, el que quiera pensar mal con esa última
línea que lo haga bajo su propia responsabilidad.]
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